El otro día llegó a mis manos, de
forma totalmente casual, a través de un compañero de trabajo, un botecito con masa
madre para el famoso bizcocho de las Carmelitas Descalzas. Y digo famoso porque
al parecer lo es un rato, pero lo cierto es que yo, hasta hace uno días, no
había oído hablar de él en mi vida.
El martes pasado, como os digo,
un compañero puso en mis manos un pequeño bote de cristal con una sustancia blancuzca
de aspecto pringoso y llena de burbujas, acompañado por este papel: