No conocía la marca Susi Sweet Dress hasta el pasado fin de semana, cuando asistí por primera vez a uno de sus
mercados, o ventas, que organizan esporádicamente en diferentes ciudades
españolas.
Básicamente vendían vestidos.
Vestidos vintage, estilo años 50, que
Susana, la propietaria de la tienda, se dedica a comprar en mercadillos de todo
el mundo, para luego arreglarlos, adaptarlos a su estilo característico y después revenderlos, a un precio estupendo.
También había faldas, camisas,
cinturones y alguna que otra camiseta. Pero sobre todo vestidos. Montones y
montones de vestidos, dulces y femeninos, todos muy parecidos entre sí, con
corte y estampados similares, pero ni uno solo repetido. Todos y cada uno de
ellos eran únicos —y eso que había más de quinientos (aunque sospecho que ya
eran bastantes menos el segundo día, cuando estuve por allí)—, todos
perfectamente colocados en sus perchas, mezclados, cada uno con sus colores,
con sus estampados, su largo, su corte y su hechura.
No había dos iguales, aunque
todos compartían ciertos rasgos comunes. Primaban las telas estampadas sobre los
colores sólidos (como mucho había alguno que otro en negro), con sus florecitas,
lunares, cuadros y motivos geométricos, su cinturilla elástica, su tela ligera,
su estilo camisero, con sus cuellos, sus botones y sus mangas, en su mayoría
cortas o de hombros descubiertos. Y un
largo que por lo general rozaba las rodillas, cuando no llegaba hasta la mitad
del gemelo. Una hechura perfecta para vestirlos a lo largo de todo el año, sin
importar si es invierno o verano.
La primera impresión al verlos
ahí, todos juntos, todos mezclados sin ton ni son, quizá sea un poco abrumadora.
No sabes ni por dónde empezar a mirar, todos se parecen cuando llevas un rato
pasando las perchas, y hay tantos, tantos, que no eres capaz de elegir uno solo.
Luego, una vez pasado el agobio inicial, empiezas a mirar con más cuidado, a
fijarte mejor en las telas, en los estampados, a dar una segunda vuelta al
ruedo. Llega un momento en el que te animas y coges uno, luego otro, y otro. Y te los pruebas.
Sientan tan bien que te enamoras:
de repente los quieres todos. Qué agobio. Te pruebas ocho más. Todos te gustan,
todos favorecen —o casi todos. Puede que alguno que te haga pensar demasiado en
tu abuela, o en La Casa de la Pradera, pero aun así—. Todos son únicos,
diferentes y especiales, y todos están perfectamente cuidados y conservados. Ése
es el encanto del vintage, y
seguramente lo que lo distingue de la ropa de segunda mano a secas.
Al final, después de mucho dudar
y cavilar, quizá consigas reducir la selección a dos, o a tres. Puede que
incluso encuentres ése vestido
especial, y que ya no quieras ningún otro.
Por eso, y por muchas otras
cosas, ir a un mercado de Susi Sweet Dress es toda una experiencia. A mí desde
luego me ha conquistado.
El próximo fijo que no me lo
pierdo.
PD. Todas las fotos proceden de su página de Facebook y están enlazadas a ella.