De un tiempo a esta parte, las
cosas no parecen ir del todo bien en Glossybox. Mejor dicho, parece que van de
mal en peor. No hay más que echar un vistazo a su muro de Facebook o a su
página web para darse cuenta de que algo está pasando. Quejas, protestas, usuarias
descontentas y tensiones por todas partes.
Cuando todo el mundo se queja de lo
mismo, es que algo falla. De cada diez
comentarios, nueve son negativos, y la mayoría hacen referencia, bien a los
continuos retrasos en la entrega, bien al brutal descenso en la calidad de los
productos ofertados.
Lo de los retrasos no es algo
nuevo. Es una queja que arrastran desde hace bastante tiempo, y respecto a la
cual no parece que estén haciendo gran cosa a fin de ponerle solución. De vez en
cuando sí se disculpan con alguna clienta indignada que les canta las cuarenta
a través de las redes sociales, pero la tónica general es dar la callada por
respuesta, o hacer como si no hubiera pasado nada. En cambio, para pasar factura son rapidísimos. Cobran con puntualidad prusiana el envío de la cajita en la primera quincena de cada mes, aunque este envío no se produzca hasta bien entrado el mes siguiente. Para
muestra, un botón: estamos a 6 de marzo, y las clientas todavía no han recibido
la cajita de febrero que, supuestamente, ha salido esta misma semana de los
almacenes. ¿El problema? Que a partir de la semana que viene, segunda de marzo,
cientos de mujeres recibirán en su casa la cajita de San Valentín, que anunciaban bajo el lema
‘¡Disfruta del mes más romántico con Glossybox!’ Ah, la ironía…
Unos retrasos continuados,
injustificados e inexplicables, por los que Glossybox nunca ofrece explicación
o compensación alguna y que, a fuerza de repetirse, acaban por quemar a las
consumidoras.
Pero la guinda del pastel la puso la llegada de la —tan denostada que casi se ha hecho hasta famosa— cajita de enero,
que, llevando por tema “Fresh Start”, prometía sorprendernos a todas con un “producto
estrella” con el que íbamos a “alucinar”.
El producto estrella en cuestión
era The Porefessional de Benefit, un bálsamo que, se supone, reduce
milagrosamente los poros (personalmente, y aunque no lo he probado, sospecho
que es todo silicona). La cosa podría estar muy bien, teniendo en cuenta su
precio (33,90€ por los 22ml que vienen en el envase original). Sin embargo, el botecito que mandaron en la caja era una muestra en miniatura, completamente diminuta. 3ml., venían.
El resto de los productos de la
caja de enero no era nada del otro mundo, una esponja natural también
diminuta, un cacao de Liposan, una especie de vaselina para los labios (sí, dos
productos prácticamente idénticos para los labios en una misma caja… mal, mal)
que ya mandaron hace tiempo en otra caja y que, si no me gustó nada la primera
vez, mucho menos la segunda. Decía una chica por ahí que sabía a parafina.
Nunca he comido parafina, la verdad. Pero creo que esa descripción se ajusta
estupendamente a la realidad, porque usar esa vaselina es como ponerse en los labios cera de
vela derretida.
Pero sin duda lo que más indignó a las usuarias fue la pasta de dientes.
Por muy novedosa, por muchas
promesas blanqueadora que hiciera, una no se suscribe a una cajita de este tipo
para recibir pasta de dientes. Lo que esperas es recibir cosméticos diferentes, muestras de maquillaje, productos capilares que se salgan de tu rutina habitual, cosas que no se encuentren normalmente, que no hayan llegado aún a España, que se te vayan de presupuesto o
que de otra manera nunca te habrías atrevido a probar. Pero no una pasta de
dientes, que puedes encontrar en el súper de la esquina.
En fin, que fue un poco desastre.
Parecía como si se hubieran quedado sin ideas acerca de qué meter en las cajas, o como
si no tuvieran nada más y hubiesen tratado de salvarlo en el último minuto
metiendo cualquier cosa, incluso productos repetidos, como la vaselina y el cacao.
Pero ahí no acaba la cosa. Quizá el colmo de los
colmos, lo que ha llevado seguramente a más de una y más de dos a darse de baja
del servicio, fue la promoción engañosa (no sabría decir si fue de forma
consciente o sin querer, debido a una mala comunicación) de la famosa cajita de 5€. Por
si tenéis curiosidad o queréis saber más sobre este asunto, en el blog de
aquipaqui, que fue vícitma del "engaño", está todo muy bien explicado.
En definitiva, que Glossybox está
pasando una racha mala, o eso parece. Leyendo los comentarios de las demás
usuarias, da la sensación de que las deserciones se producen en un goteo continuo. Yo he tenido la
suerte de que mi suscripción semestral caducase justo con la caja de enero y,
como ésta última me pareció una tomadura de pelo, me han generado cierta
desconfianza, así que estoy esperando a ver qué contiene la de febrero —siendo
muy consciente de que esto lo digo ya en marzo— para decidir si renuevo o no mi
suscripción.
Pero tendría que apuntarme a la
suscripción mensual, porque los formatos trimestral, semestral y anual ya no
están disponibles en su página web. Han desaparecido de un plumazo, sin previo
aviso, igual que lo hicieron en su día las cajitas Young Beauty y Glossybox
men.
Desde luego la comunicación de la empresa con los consumidores es pésima,
porque cuando no es mala, confusa o engañosa, brilla directamente por su
ausencia. Y es por eso que nadie sabe qué está pasando, reina la confusión
entre las suscriptoras y aumentan las sospechas y los recelos, ante la falta de
transparencia y el misterio que parece envolver todo lo que pasa en Glossybox.
O se ponen las pilas pronto y
solucionan todos estos problemas, o les auguro un futuro muy muy negro. Y lo
digo con pena y sintiéndolo mucho, porque después de un año entero con ellos,
le había cogido cariño a mi Glossybox.
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