lunes, 17 de noviembre de 2014

Leite O Alle, leche cruda de producción ecológica: la leche de verdad

El otro día, después de muchas vueltas y revueltas, pude por fin probar la leche cruda. Es decir, la leche fresca y natural, tal y como sale de la ubre de la vaca. Sin hervir y sin pasteurizar.



Sí, sin pasteurizar.

Lo que me ha traído hasta este punto, que hace no mucho habría considerado una locura y una barbaridad (¡horror, leche cruda!, ¡bacterias, asco!), han sido varias cosas.

En primer lugar, este post y éste otro, de Eva Muerde la Manzana, que, por interesantes, completos y bien escritos, considero poco menos que de lectura obligatoria. En ellos se pintaban tan maravillosas las virtudes de la leche cruda —leche viva, con mogollón de bacterias beneficiosas para el intestino, con todas sus vitaminas y toda sus propiedades—, que daban ganas de salir corriendo a comprarla. Por otra parte, la leche pasteurizada quedaba tan a la altura del betún, como un líquido aguado y blancuzco, muerto, inerte, híper procesado y con mogollón de añadidos innecesarios, que poco tiempo después de leer aquel post dejé definitivamente de tomar café con leche por las mañanas (leche, en general) y me pasé al té

Será que soy muy susceptible, o será que me pareció que el post de Eva Muerde la Manzana tenía más razón que un santo, y me abrió los ojos.

Además, la alternativa estaba ahí. La leche cruda de O Alle, leche de producción ecológica y sostenible, que se obtiene en una granja donde las vacas pastan al aire libre. Vacas sanas y gordas, que llevan una existencia feliz, sin que nadie las explote, sin que las obliguen a producir más leche de la que su naturaleza les permite. Vacas fuertes, que comen sano, viven una larga vida y nadie las atiborra a antibióticos para compensar unas condiciones de vida infrahumanas que, de lo contrario, llevarían a las vacas de las explotaciones lecheras tradicionales a enfermar constantemente. 

Porque esa es otra de las razones, la crueldad animal. Mucha gente piensa ordeñar a una vaca no implica hacerle daño. Yo también lo pensaba, porque así es como debería ser. El ser humano ha ordeñado vacas desde hace miles de años, es un proceso natural y el animal no sufre. Es más. ni siquiera se inmuta, sigue pastando como si nada. Yo misma ordeñé una vaca una vez, hace muchos años, y fue toda una experiencia. 


El problema viene cuando la granja tradicional pasa a convertirse en explotación, y la explotación en toda una industria en la que prima, por encima de todas las cosas, el obtener el máximo beneficio posible con la mínima inversión. Como siempre, el problema es el dinero, y la avaricia desmedida que deshumaniza a las personas y las vuelve insensibles al sufrimiento ajeno si consiguen enriquecerse a su costa. Al final, la imagen idílica del granjero sentado en un taburete de madera, ordeñando con mimo a sus vacas, tiene poco o nada que ver con la realidad.


Si no sabéis de qué hablo, os recomiendo ver este vídeo. Son sólo 60 segundos, pero seguro que os abren los ojos a lo que es en realidad la industria láctea. Os aviso que es duro, pero apartar la mirada ante la cara más fea de la realidad no hace que ésta desaparezca. Las cosas son así, y así seguirán siendo mientras no hagamos nada al respecto.


Si no os importa la crueldad contra los animales, si os da igual que sufran u os es indiferente en qué condiciones se vean obligados a malvivir para que nosotros y las grandes multinacionales vivamos contentos, entonces al menos pensadlo desde un punto de vista puramente egoísta. Pensad en vosotros, en vuestra salud. En lo que coméis, en lo que le dais de comer a vuestros hijos. ¿Cómo será la calidad de la leche de unas vacas que viven felices y en libertad, bien cuidadas y alimentadas, frente a la leche de unas vacas que viven hacinadas, explotadas, a las que inyectan hormonas para que produzcan más leche, toda la posible, antibióticos para que no enfermen por sus pésimas condiciones de vida, y que a los pocos años acaban muriendo de pura extenuación? 

Leche que luego tiene que ser procesada, pasteurizada, calentada a elevadas temperaturas que la desnaturalizan por completo hasta quitarle todas sus propiedades, para luego añadirle cosas innecesarias, como calcio, o vitaminas que llevaba de por sí, antes de que se las destruyeran durante su procesado.

El caso es que dejé de beber leche.

Llevaba meses sin probarla, hasta que el otro día hice por fin un pedido online a El Super Ecológico (hice un pedido grande porque a partir de 40 euros tienen gastos de envío gratuitos), uno de los pocos sitios en Madrid —que yo sepa— donde reciben y distribuyen la leche O Alle (la granja está en Galicia, en Pontevedra, y, aunque realizan envíos a toda España, los gastos de envío son elevados, por lo que es complicado conseguirla). La reciben los miércoles, y el envío lo hacen a lo largo del mismo día, para que ésta se mantenga lo más fresca posible. También he visto que tienen tienda física en la Calle Cristo, nº3, donde se puede conseguir directamente.

Como es lógico, es más cara que la leche convencional, la botella de 1 litro en El Súper Ecológico sale a 2,90€. Supongo que los precios podrían bajar si este tipo de granja ecológica y sostenible se popularizase, y hubiese más gente dispuesta a seguir el ejemplo, pero de momento la granja O Alle es única. Un negocio familiar, pequeño, con apenas unas pocas vacas, donde lo hacen todo entre dos personas, con muchísimo mimo y una dedicación total y absoluta a su proyecto (leed el post de Eva Muerde la Manzana si estáis interesado en información de primera mano). Así que, aunque la leche resulte más cara, opino que su precio es justo

Las cosas no son necesariamente caras o baratas. Todo depende de las prioridades de cada uno, y de cuánto esté dispuesto a invertir en según qué cosas. En este punto es cuando toca plantearse si merece o no la pena recortar de otra parte para ese pequeño gasto extra. Quizá de las botellas de Coca Cola, o de las bolsas de patatas. ¿Cuánto cuesta una bolsa grande Doritos (de la cual la mitad es aire)? ¿Y una de Pringles? ¿Cuánto cuesta un paquete de palomitas en el cine? La botella de 1 litro de leche cruda, comprada directamente en la granja, cuesta 1,60€. ¿Os parece caro? Porque a mí no. 


Pero en fin, que me voy por las ramas. A lo que iba. El otro día recibí por fin mi primera botella de leche cruda. El hecho de que no esté ni siquiera hervida me generó una ligera aprensión inicial, pero me gustó ver en el etiquetado todas las garantías de seguridad y calidad, tanto del Ministerio de Sanidad como de la Unión Europea, así como las fechas de envasado y caducidad (la leche dura hasta siete días en la nevera, antes de empezar a acidificarse), que demuestran que la apuesta valiente y arriesgada de esta pequeña granja gallega es una opción totalmente viable y segura, desterrando los miedos irracionales que nos han inculcado desde pequeños respecto a la leche y su consumo.


A simple vista, la leche es exactamente igual que la normal, quizá un poco más densa, más cremosa, y algo menos blanca. La probamos mi hermano y yo, convencidos de que sabría demasiado fuerte, demasiado a nata quizá, acostumbrados como estamos en casa a la leche semi-desnatada.


La sorpresa fue que a ninguno de los dos nos supo a nada en especial. Sabía a leche, y no especialmente fuerte. No sabía "a vaca", era leche, y estaba rica. Os lo dice alguien que lleva años y años y años tomando leche UHT, pasteurizada y semi-desnatada. Igual es que mi hermano y yo tenemos las papilas gustativas atrofiadas, no lo sé, pero creo —creo— que si me hubiesen hecho una prueba a ciegas no habría sabido distinguir entre una y otra. 

Me encantó el descubrimiento, fue toda una revelación. Una vez mi madre compró leche de cabra y fue la cosa más asquerosa que he bebido en mucho tiempo. Sabía a queso curado. Tras el fracaso inicial, trató de colárnosla camuflarla con Nesquik, pero fue incluso peor. Gracias a Dios nunca más la volvió a comprar. Quizá por eso tenía miedo de que esta leche no me gustara, de estar tan acostumbrada a la leche de toda la vida, que no fuera capaz de hacerme con ella. Pero me equivocaba. No hay cambio brusco, no hay transición. Es leche y punto. Leche de verdad, infinitamente mejor y más sana que la que conocemos, pero aparentemente igual, o al menos lo suficientemente parecida en aspecto y sabor, como para no provocar un pequeño cataclismo familiar.

Estoy encantada con el descubrimiento. Si algún día me animo a volver al café con leche por las mañanas (ya me he hecho al té, y estoy muy a gusto así), ya sé dónde tengo una alternativa sana, ecológica y de calidad.

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