viernes, 10 de octubre de 2014

Regalar cosmética natural como estrategia de convicción

El otro día fue el cumpleaños de mi madre. 


Y me diréis, pues vale, muy bien, ¿y qué? 


Pues que, seguramente, ella sea la persona a la que más chapa llevo dada con respecto al tema de la cosmética natural, y de lo importante que es adoptar una dieta sana y equilibrada de verdad, quitando de en medio los azúcares refinados, las grasas hidrogenadas y todas las demás porquerías industriales, que destrozan nuestra salud día tras día, sin que nos demos cuenta siquiera (aunque ésa sea otra guerra, todo tiene mucho que ver). Igual que los químicos que meten a cascoporro en nuestros productos de belleza, que usamos a diario como si fueran la cosa más inocua del mundo, y no. Por eso, quise aprovechar su cumpleaños para hacerle un regalo que me ayudara a convencerla y concienciarla, y por supuesto demostrarle que la cosmética natural le da mil vueltas a la comercial, en todos los sentidos.

Según la iniciativa estadounidense, Campaign for Safe Cosmetics, promovida por una organización sin ánimo de lucro que se dedica a tratar de concienciar a la población sobre la importancia de revisar los componentes químicos de nuestros cosméticos (ya que muchos de ellos son de seguridad dudosa e incluso en algunos casos están asociados al desarrollo de tumores y problemas reproductivos), con el fin de mejorarlos y hacerlos más seguros, las mujeres utilizamos una media de entre 15 y 25 productos cosméticos al día, compuestos en su conjunto por más de 200 químicos diferentes. ¿Os parecen muchos? Haced la prueba, contadlos; empezad a sumar de la mañana a la noche: que si leche limpiadora, tónico, cremita hidratante; que si prebase, contorno de ojos, sérum, primer, corrector de ojeras, corrector de manchas, base fluida, BB cream; maquillaje, polvos compactos, polvos de sol, colorete, lápiz de ojos, sombra, rímel, labial, gloss, perfume; champú seco, laca. Desorodante. Crema de manos. Pasta de dientes; colutorio. Eso sólo en una mañana, antes de salir de casa, ¿hace falta que siga? No todas utilizamos la misma cantidad de cosméticos, ni seguimos todos los pasos que he mencionado así, según se me han ido ocurriendo, pero os hacéis una idea.


Por poner el ejemplo clásico, que creo que es uno de los que mejor ilustra esta idea: la concentración máxima admitida de parabenos en un producto cosmético, según la actual regulación europea, es del 0,4% si éste va sólo, y del 0,8% en caso de que se combinen dos o más parabenos distintos. Una concentración mayor, se consideraría peligrosa (o sus posibles efectos adversos no están bien estudiados), y por eso no está permitida. Como veis, todo esto está muy bien, muy reguladito y controlado, da tranquilidad saber que hay alguien velando por la seguridad de nuestros cosméticos. 

Ay, amiga... ¿y qué pasa cuando utilizas un champú con parabenos, un acondicionador con parabenos, una crema hidratante con parabenos y, además, todos tus productos con los que te acabas de maquillar llevan dos, tres, hasta cuatro parabenos distintos? Pues pasa que esa concentración se dispara, excediendo hasta la estratosfera el máximo permitido. Sólo tienes que sumar. ¿Cuántos parabenos nos metemos para el cuerpo sin darnos cuenta todos los días?

Y la cosa se vuelve aún más preocupante cuando, a pesar de que no se haya conseguido probar (todavía) la relación directa entre la presencia de parabenos en los productos cosméticos y la aparcición de cáncer de mama, una serie de estudios publicados, allá por 2004, en Reino Unido y Estados Unidos, demuestran la presencia de altísimas concentraciones de parabenos (especialmente methylparabeo) en tumores mamarios cancerígenos extraídos de pacientes enfermas. 

Visto lo visto, el principio de precaución debería ser la norma. es decir, antes la duda y por si acaso, los parabenos ni en pintura, gracias. Pero todo esto a las grandes industrias cosméticas les importa muy poco. A ellas les dicen que es legal inflar de parabenos sus productos, siempre que no excedan la cantidad ´máxima permitida, para que aguantes más tiempo frescos y no caduquen, y ellos lo siguen al pie de la letra. Porque los parabenos son baratísimos y fáciles de conseguir, les dan un margen de beneficio más amplio y son inocuos sobre la piel (no causan irritaciones ni dan alergia), por lo que no les interesa estudiar otras opciones más sanas y naturales, que las hay.

De ahí volvemos al cumpleaños de mi madre, y a mi preocupación porque también ella se tome en serio la importancia que tiene utilizar una cosmética natural de calidad, sana, respetuosa con el medioambiente y segura. Pero claro, al final uno sólo se conciencia si quiere. Elegir la cosmética natural es una decisión personal, que no se puede imponer ni forzar. Por mucho que insistas sobre sus ventajas, sobre lo maravillosa que es, el gusanillo se te tiene que meter en el cuerpo, e ir creciendo poco a poco dentro de ti. Eso sí, una vez que caes, ya no hay vuelta atrás. ¿Por qué debería haberla? Al fin y al cabo, son todo cosas buenas. Como empezar a distinguir colores después de llevar toda la vida viendo en blanco y negro. Ese rollo.

Así que, como hablándole de parabenos, de ftalatos y de triclosanes y EDTA vi que no iba a llegar a ningún lado, y además ella no se lee ni una sola etiqueta (más que nada, porque la letra de los ingredientes es tan pequeña que no la ve), decidí emplear una estrategia mucho más directa y contundente y le regalé una caja llena de cosméticos naturales.


En principio iba a ser una cestita con unas cuantas cosas, para ir probando. Pero al final se me fue completamente de las manos. Hay tanto donde elegir, tantas marcas estupendas que probar y conocer, y con tan buena pinta, que no soy capaz de quedarme con sólo dos o tres. Así que empecé a llenar una caja que previamente pinté y decoré, con todos los productos de uso diario que he visto que le gustan y usa, reemplazándoselos así por sus versiones naturales, orgánicas, sanas y ecológicas, desde el champú, hasta el maquillaje, pasando por cremas de manos, contornos de ojos, cremas de escote, geles, pasta de dientes o desodorante. Todo. Le he renovado el armarito del baño entero.


La caja la he ido preparando poco a poco, durante varios meses, escogiendo con cuidado cada producto, buscando, probando, informándome y leyendo mucho. Si estáis familiarizadas con la cosmética natural, algunas marcas las conoceréis de sobra, como Weleda, Matarrania, Logona, Zao Make Up, Green People, Nonique, Badger o Natura Sibérica, entre otras. De lo contrario, es posible que os suenen a chino. La mayoría los conseguí en tiendas online, como Cositas Buenas, Maquillaje Total, BioBella, Admira Cosmetics o iHerb, pero también en alguna tienda física, como el Herbolario Navarro. Hay muchos productos de los que me gustaría ir hablando poco a poco en este blog, según los vayamos conociendo mejor de primera mano, y no sólo por referencias. También me gustaría contaros cómo ha sido mi experiencia de compra en esas y otras tiendas, pero tendrá que ser poco a poco. Post a post.

No sabía si finalmente a mi madre le gustaría el regalo, porque ella es bastante fiel a sus marcas de confianza y de toda la vida. Pensaba que igual le costaba un poco aceptar tanta marca nueva y desconocida. Pero lo cierto es que le encantó. Me dijo que era el mejor regalo que le habían hecho nunca, y está encantada probando, experimentando y comparando. Ya se ha deshecho de muchas de las cosas que utilizaba antes, así que al final he conseguido mi objetivo con creces.

Así que ya sabéis, si queréis que vuestras madres, amigas, abuelas o hijas den el paso a la cosmética natural, ésta puede ser una buena forma de conseguirlo. Regalándoles algo especial, que haga cambiar su forma de pensar. Porque probarlo en persona es la mejor forma de convencerse, por muchas maravillas que os cuenten o chapas que os den.

Da un poquito de miedo la inmensa falta de información que hay respecto a todo este tema en nuestra sociedad. Yo misma  tenía bastante poca idea hasta hace bien poco. Sí que me rondaba la cabeza alguna vaga noción de que el aluminio en los desodorantes era malo y había que evitarlo, y ya estaba en guardia contra los parabenos; pero me los seguían colando de vez en cuando, y aún no sabía nada del fenoxietanol, que a veces sustituye a los parabenos en los productos que se anuncian a sí mismos como paraben-free, y que tampoco es nada bueno. En general hay mucho desconocimiento y mucha desinformación respecto a todos estos temas, y muy poca gente se molesta en leer las etiquetas (no miran las de los productos que comen, se van a molestar en mirar las de los cosméticos) o no las saben leer bien. Tampoco el sistema nos lo pone fácil: las grandes marcas tradicionales copan las estantería de los supermercados y la publicidad en todas sus formas, deslumbrándonos con sus promesas y mentiras, y es difícil conocer o adquirir otros productos que estén fuera del circuito comercial tradicional (gracias a Dios que tenemos Internet). La mayoría de la gente ni siquiera sabe que esos otros productos existen.


El otro día, por ejemplo, una amiga me ofreció una crema de manos. No me fijé en la marca y no tengo ni idea de dónde la había sacado. Era un tubito de aluminio, como los que se usan para envasar la pintura al óleo, y tenía unas sandías y unas hojitas impresas en la parte delantera. En principio no tenía mala pinta, así que lo cogí, le di la vuelta y miré los ingredientes. Tras comprobar que el primero de todos era parafina líquida, ya ni me molesté en seguir leyendo. "Esto es puro petróleo", le dije yo, consciente que estaba quedando (otra vez) como la loca de lo natural. A la gente no le gusta que le den la murga con estas cosas. "Pero mira lo bien qué huele", me contestó ella, haciendo caso omiso. Le importaba un bledo lo que llevara o dejase de llevar, sólo le preocupaba el olor. Así que me acerqué el tubo a la nariz y lo olí. Era olor a sandía artificial, como el olor de los Sugus, o de los Chupa Chups. Perfume de síntesis. Pura química. A pesar de las sandías y las hojitas de la parte delantera, esa crema no tenía nada de natural. Le devolví el tubo y vi cómo ella se la ponía en las manos tan contenta, y la olía una y otra vez, encantada. "Es que dan ganas de comérsela".

Ay.

Las cremitas de cosmética natural sí que dan ganas de comérselas, con su olor a cacao, a manteca de karité, a ricos aceites esenciales, a miel, a higo y almendras dulces, y no esa porquería.

Todo el problema está en que no sabemos, la gente no sabe. Porque si supiera, si probara, si conociera y comparase, no me cabe duda de lo que escogería.

Merece la pena investigar un poco, tomar conciencia de los productos que utilizamos sobre nuestra piel a diario, de qué están compuestos y cómo estos ingredientes pueden afectarnos. y de cómo podemos cambiar a mejor sin apenas esfuerzo alguno. La información es poder, y si nosotros mismos no ponemos de nuestra parte para enterarnos de las cosas, seguramente nadie vaya a hacerlo por nosotros, y seguiremos viviendo en la mentira y el engaño. No creo que se trate de ser alarmistas, se trata, únicamente, de tener un poquito de sentido común. De eso, y de no seguir permitiendo que nos tomen por tontos.

Así que ya sabéis, la próxima vez que alguna amiga os dé la lata con el tema de lo natural, hacedle caso. Al menos escuchad lo que  tiene que decir, sin poner los ojos en blanco.

Os aseguro que saldréis ganando.

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