jueves, 4 de diciembre de 2014

Acondicionador de Coco, de Dessert Essence

El paso lógico, al pasarse al champú sin sulfatos, es el de pasarse también al suavizante sin siliconas. Tras un tiempo usando el de Davines, que me encanta, y que de momento he aparcado un poco únicamente porque me da pena gastarlo, estoy probando éste, de Desert Essence.



Por si alguien llega de nuevas a todo este tema de los champús naturales (es decir, sin sulfatos, sin parabenos, perfumes artificiales y sin demás sustancias agresivas / peligrosas / irritantes / sospechosas / contaminantes que contienen prácticamente la totalidad de los champús y demás cosméticos convencionales), es importante señalar que utilizar un suavizante acorde a estos principios no es sólo recomendable, sino también necesario.

Los suavizantes tipo Pantene, L'Oreal, Garnier y demás, todos esos que podemos encontrar sin mayores dificultades en las estanterías de cualquier supermercado contienen, entre otras muchas cosas, siliconas pesadas, que son insolubles en agua (se pueden reconocer en el INCI por su terminación en -cone o -xane, como por ejemplo Cyclomethicone o Cyclopentasiloxane). No es que las siliconas sean malas para nuestro pelo, no son tóxicas, ni nocivas, ni irritantes (al menos no si las aplicamos sólo al pelo y no a la piel, ya que el pelo es tejido muerto, y las sustancias que se le apliquen no son absorbidas por el organismo), aunque sí muy contaminantes para el medioambiente. El problema con las siliconas es que crean una fina película sobre la superficie capilar, una especie de capa de plástico que envuelve cada pelo, disimulando sus imperfecciones microscópicas, y dándole al conjunto un aspecto, en apariencia, más sano y brillante. Y digo en apariencia porque en realidad es sólo una especie de maquillaje. En cuanto se van las siliconas, se va la magia. 

Lo que complica el asunto es que esta película de silicona no se puede eliminar así como así (recordemos que las siliconas pesadas no son solubles en agua). Hace falta un detergente fuerte, agresivo, como el Sodium Laureth o el Sodium Lauryl Sulfate, para disolverlas. Y los champús naturales, los que lo son de verdad, no llevan ninguno de los dos, sino otros mucho más suaves y gentiles con la piel, por lo que no consiguen eliminar por completo las siliconas, dejando residuos en el pelo. Estos residuos, que a simple vista no se ven, se traducen en un pelo más pesado, mate y apelmazado, sin vida, con las raíces pegadas al cráneo. Un pelo triste.

Por eso, al hacer la transición al champú natural, es importante elegir un suavizante acorde, que no contenga siliconas. Supongo que también existe la opción de no utilizar suavizante, eso depende de cada uno. En mi caso, desde que empecé con el champú de propóleo de Condonyer&March, el suavizante es un paso obligado. Es cierto que es el mejor champú que he probado hasta la fecha, 100% natural, con poquitos ingredientes, que limpia estupendamente y no es agresivo con el cuero cabelludo (que ahora me dura hasta dos días limpio), pero, en contrapartida, me deja las puntas muy secas.

Así que siempre uso suavizante. Antes era el de Davines, que ya os digo que lo estoy racionando, para que no se me termine, porque debo de tener algún tipo de problema mental, y ahora éste, de Dessert Essence, que es de lo que quería hablar en un principio, a pesar del rollo que acabo de soltar.

Lo compré  en iHerb, 237ml. por 6,05 dólares. Los hay de varios tipos, cada uno con una función específica, y cada cual con una pinta más deliciosa que el anterior (frambuesa, limón, uva, manzana...). En mi caso, elegí el de coco porque estaba específicamente diseñado para suavizar e hidratar el pelo seco, que era justo mi problema.


El olor no es precisamente lo que me había imaginado al pensar en un suavizante de coco. Huele a coco, sí, pero no a coco de verdad. No sé muy bien cómo explicarlo, es un olor a coco mucho más dulzón que el coco original. Coco con azúcar, almibarado, floral casi, no sé cómo deciros. El coco es sólo una nota más entre otros olores algo pastelosos. Huele como a aceite solar; como a piña colada, sí, eso. Justo. Piña colada, eso es. No es que no me guste; huele guay, pero es un olor que se nota artificial, fruto de un perfume sintético añadido. No es un olor natural (no es por echarme flores, pero desde que me he pasado a la cosmética natural me estoy volviendo un hacha en detectar perfumes sintéticos). Eso es quizá lo que menos me gusta de todo. De hecho, no me mola un pelo. Pero al menos es el ingrediente que lleva en menor proporción de todos.

Tiene un formato muy cómodo, de tubo invertido, lo que hace que resulte muy fácil aplicarlo durante la ducha sin que se te resbale de las manos, sin que se derrame o se desperdicie ni una pizca de producto. Una cosa que me gusta mucho es que, al igual que ocurre con el champú y el gel de propóleo de Condonyer&March, el producto que se queda en la boquilla se oxida con el tiempo y va cambiando de color, oscureciéndose poco a poco, lo que demuestra el origen natural de sus ingredientes, y la ausencia de preservativos chungos, no como esas hamburguesas del Mc Donalds que, después de 14 años, siguen exactamente igual que el día que las cocinaron.


Aquí os pongo su INCI, para que veáis todo lo que contiene (y, más importante aún, todo lo que no). Como podéis observar, es todo bastante natural, mucha plantita (extracto de hoja de olivo, de ortiga, de manzanilla), mucho aceite vegetal (de coco, de almendras, de girasol, de jojoba) y también manteca de karité. Algunos de ellos son incluso ingredientes orgánicos certificados. Aun así, hay que tener en cuenta que se trata de un acondicionador y, a día de hoy, que yo sepa, no existe un acondicionador que sea 100% natural (a menos que os baste con el vinagre de manzana o similar, que dicen que va bastante bien, aunque como no lo he probado, no puedo opinar).


Si os fijáis un poco más, veréis que en sexto lugar aparece un componente que se llama Behentrimonium Methosulfate. Es un compuesto sintético y, para que veáis que, a pesar de ser una loca de lo natural, no soy quimiofóbica, y no pienso que toda la química y todo lo sintetizado en un laboratorio sea malo, voy a romper una lanza a su favor. Para empezar, a pesar de que su nombre parezca indicar lo contrario, el Behentrimonium Methosulfate no es un sulfato. Es un compuesto que se ocupa de aportar suavidad al pelo. De hecho, utilizado junto al Ceterayl Alcohol (quinto lugar en el INCI), es uno de los suavizantes/desenredantes más suaves que se utilizan en cosmética capilar, y, a día de hoy, se considera un ingrediente totalmente seguro. El Behentrimonium Methosulfate es uno de los agentes acondicionadores favoritos de muchas chicas con el pelo rizado y grueso, así como de muchas mujeres negras, entre las que, al parecer y por lo que he podido ver en distintas webs y foros, es bastante popular.


Lo que menos me gusta de todo es el tema del perfume sintético. Si os preocupa lo que os ponéis sobre la piel, seguramente ya sabréis todo lo que hay que saber sobre los perfumes, y el problema que plantean al consumidor. La palabra perfume, tal y como aparece en el INCI de los productos cosméticos (Parfum), es un enorme cajón de sastre que abarca cientos de sustancias, tanto naturales como sintéticas, cuyo único fin es aportar un determinado aroma a la fórmula final. El consumidor, sin embargo, no tiene forma alguna de saber cuáles son estos compuestos, ni cómo se combinan, o en qué proporciones se incluyen, por lo que, a menos que se trate de un producto natural o certificado, o que en el propio INCI se especifique que el perfume es de origen natural, (obtenido, por ejemplo, a partir de aceites esenciales), no hay forma de saber realmente lo que le estás poniendo a tu piel. Los perfumes sintéticos suelen ser un cóctel de químicos potencialmente peligrosos, como ftalatos o sustancias liberadoras de formaldehído, así como compuestos etoxilados (que pueden contener trazas de tóxicos), alérgenos y hasta carcinógenos. Por eso hay que tener mucho cuidado con ellos.

Es una pena, no entiendo qué necesidad tienen de cargarse así, de esa forma tan tonta, algo que podría haber sido tan bueno. Que le pongan tanto mimo, tanto ingrediente bueno, tanto extracto natural y aceite vegetal certificado, y luego ¡placa!, perfume sintético al canto. Porque, por lo demás, me gusta muchísimo cómo me deja el pelo. Lo aplico en medios y puntas, lo dejo actuar uno o dos minutos, y es instantáneo. Ya incluso en el momento de aclararlo se nota suelto e increíblemente suave, tan suave que parece mentira que no contenga siliconas. Además es un producto 100% vegano y no está testado en animales.

En definitiva, tiene muchas cosas buenas y una formulación que, sin ser la mejor del mundo ni todo lo buena que me gustaría, le da mil vueltas a cualquier otro acondicionador que se pueda encontrar en la repisa de un supermercado. Y encima da mejor resultado. Si no fuera por el perfume, se podría decir que es el acondicionador perfecto.

Por todo esto, le doy un 6. Me gustaría poder darle un 8, pero por el tema del perfume no puedo pasar de ahí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario