jueves, 22 de agosto de 2013

Armario de otoño

El otoño está a la vuelta de la esquina, y mientras las rebajas de verano dan ya sus últimos coletazos, los ojos se nos van a las estanterías de la nueva colección 


Todavía nos da pereza cuando vemos los abrigos y las botas hasta la rodilla en los escaparates, pero que levante la mano quien se tope un jersey de ochos suave y calentito y no le entren ganas de meterlo al armario, para sacarlo más adelante, cuando haga falta. A estas alturas ya no necesitas más ropa de verano; tienes cubierto el cupo. Suficientes bikinis, vestidos de playa y sandalias, y los que compres ahora, tendrás poco tiempo de ponértelos antes de tener que guardarlos hasta el año que viene.

Le pese a quien le pese, el otoño está ya en los escaparates. Yo, sin embargo, intento no mirar mucho. Este año me he prometido a mí misma no comprar nada que no necesite. Nada que no me vaya a poner, nada de lo que me vaya a cansar enseguida, nada repetido. He tomado la decisión de construir un armario inteligente, es decir, asumir que el espacio del que dispongo es limitado, y que la mitad de las cosas que me compro por impulso muchas veces me las pongo poco más de una o dos veces antes de cansarme, decidir que no me gustan, sentirme incómoda llevándolas o,  directamente, por motivos difíciles de explicar, cogerles manía, y no querer volver a saber nada de ellas (aunque tampoco me decida a sacarlas del armario, ya sea por cargo de conciencia, o porque tengo la esperanza de volver a usarlas algún día, cosa que nunca pasa).


Las únicas prendas que utilizarás una y otra vez a lo largo del tiempo son las básicas, el fondo de armario, lo que te pones con todo, la ropa que no se pasan de moda o que, si se pasa, sabes que tarde o temprano acabará por volver. Cierto que no hay moda que no sea cíclica —todos sabemos que algún día volverá a llevarse la pana—, pero algunas son más recurrentes que otras. Recuerdo un verano, hace ya mucho tiempo, en el que era prácticamente imposible encontrar un pantalón corto. No los había por ninguna parte, en ninguna tienda. Y ahora ya veis, desde hace un par de años están por todas partes, tanto en invierno como en verano, en todas las telas, texturas, largos y colores habidos y por haber. Pero así fue. Ese año no había pantalones cortos. No se llevaban. Pero el pantalón corto es un clásico, y era inevitable su regreso.

Así pues, y yendo al grano, he intentado recopilar una lista básica de las prendas que, en mi opinión, no deberían faltar en un armario bien organizado de cara al otoño. No sigue modas o tendencias actuales, sino que se ciñe más bien al sentido común (y a mis gustos personales), y por supuesto no es válida para todo el mundo, pero quizá a alguien pueda servirle de ayuda.
Ahí va:

Básicos del armario de otoño

  • Unos vaqueros que vayan con todo, ponibles y versátiles. Que no se pasen de moda, sin extremos ni exageraciones, y que puedas ponerte hoy o dentro de cinco años (siempre y cuando sigas manteniendo la misma talla, claro).
  • Una cazadora de cuero, de corte clásico, motera, con solapas y cremallera. Con algún detalle de remaches, pero no demasiado recargada, porque se pasará de moda, o te cansarás de ella. Bien terminada en el forro y las costuras. Cuanto más sencilla, mejor. Merece la pena invertir un poco más en una buena cazadora de cuero, en lugar de una imitación en plástico, ya que la calidad es mejor y dará mejor resultado, temporada tras temporada. Una buena prenda de piel puede durarte para toda la vida si la cuidas bien.
  
  • Dos buenos pares de botas, a media pierna, y de tacón plano, unas marrones y otras negras. Van con todo, te las puedes poner con vestidos y pantalones, con medias o con calcetines, y se convertirán en tu uniforme de diario durante todo el otoño y el invierno, año tras año. Para vagas como yo, que no le apetece comerse mucho la cabeza con el qué me pongo, es la mejor inversión. De piel o piel vuelta (ante). Clásicas y sencillas, pero sobre todo cómodas. Que puedas andar todo el día con ellas y ni te enteres de que las llevas puestas.
  • Al menos una camisa y un par de camisetas blancas. Fundamentales. En mi caso, no tengo que arreglarme demasiado para ir a trabajar, por lo que en vez de la clásica camisa de corte recto prefiero otras opciones más desenfadadas. Tejidos suaves de algodón holgado y mangas que puedan recogerse sobre los codos. Las camisetas, mejor de manga corta. Así te servirán durante todo el año.
  

  • Una falda negra. Encuentra una que encaje con tu estilo, recta o de tablas, más larga o más corta, con vuelo o ajustada. Una falda negra no puede faltar en tu armario, porque siempre encontrarás ocasión de ponértela. Puedes tener veinte faldas, pero siempre acabarás volviendo a la negra, porque es la más elegante, y, de todas ellas, será la que mejor aguante el paso del tiempo.
  

  • Una americana. En algún color básico, como azul marino, gris, beige o negro. Para llevar por encima cuando todavía no haga demasiado frío, pero empiece ya a refrescar por las mañanas. Se pusieron muy de moda hace un par de temporadas, pero son un clásico, y no van a dejar de llevarse ni ahora ni nunca.
   

  • Un par de vestidos. Da igual si lisos o estampados, pero de algún tejido resistente y sufrido, que puedas empezar a ponerte a partir de septiembre sin medias y que, añadiéndoles capas —unas medias, una chaqueta— te permitan seguir llevándolos durante todo el otoño y parte del invierno.



  • Un abrigo de paño de corte clásico, que abrigue, vista un poco y vaya con todo, en color camel, negro, blanco, marrón o gris marengo. Puedes tener tantos abrigos como quieras, pero éste es sin duda el que más vas a utilizar durante todo el invierno y en el que más a gusto te vas a sentir, porque no tendrás que estar pensando si combina o no con la ropa.
    

  • Unas bailarinas negras o color nude -o ambos-, para usar a diario, con medias o sin ellas. Las bailarinas son fundamentales. No lo sabes hasta que las has llevado, o hasta que te has quedado sin ellas y descubres hasta qué punto te eran imprescindibles. Son cómodas, elegantes, van con todo, y siempre sientan bien.

     

  • Una chaqueta o jersey de punto holgado, suave, mullido y calentito. De esos que te echas por encima y automáticamente entras en calor cuando refresca, y te hacen sentir a gusto y arropada. Sirven tanto para estar en casa como para salir a la calle, y se pueden llevar de forma desenfadada e incluso para ir algo más arreglada.

             

  • Una cazadora vaquera, o en tono verde militar. No necesitan presentación. Van con todo, son duraderas y nunca se pasan de moda. Cierto que unos años son denostadas y otros repetidas hasta la saciedad en todas sus variantes y modelos, pero siempre están ahí, y aunque las madres digan que son de entretiempo, y que la ropa de entretiempo casi no se usa, ésta te la pondrás a todas horas.
 

  • Una chaqueta negra de botones y de punto fino. La típica que tienen en Zara o en Mulaya en todos los colores. No puede faltar en tu armario. Si todo el mundo tiene una es por algo: queda bien con todo, y no te la vas a quitar, ya sea de día o de noche, estés en casa, en el trabajo o tomando una caña por ahí. Yo he perdido ya tres o cuatro a lo largo de los años, y nunca tardo mucho en comprarme otra. Es la mejor inversión —puedes encontrarla por 8 o 12 euros— que harás nunca, en lo que a ropa se refiere.

  • Unos zapatos bajos, ya sean tipo Oxford, mocasines o botín, también de piel. Los zapatos siempre deben ser de piel. Por mucho que digan, por muy bien hecha que esté una imitación, el plástico no es comparable a la piel. Los pies hay que mimarlos, aguantan el peso de nuestro cuerpo durante todo el día. Unos zapatos de piel buena pueden llegar a vivir más años que tú. Además el cuero transpira, y se adapta mejor a tu forma de caminar. En cambio el plástico ahoga el pie y lo cuece. Si te salen rozaduras y heridas, si te sudan los pies y huelen mal porque llevas un zapato cerrado de plástico, no te quejes. Estabas avisada.


  • Un bolso que vaya con todo. Grande o pequeño, da igual, un bolso de esos que no te quitas, que lo llevas a todas partes, tanto para salir de fiesta como para ir a trabajar. Que te pega con todo, sin necesidad de romperte la cabeza. Y si es de piel, insisto, mejor. Hay que tener al menos uno de esos bolsos. Tengo una amiga que tiene muchísimos bolsos. Dice que a partir de 100 dejó de contarlos. Está muy orgullosa de su colección, pero no deja de ser eso, una colección, como quien colecciona sellos o monedas. En realidad, de esos 100 bolsos, como mucho se pone 5 o 6. Algunos son poco prácticos, otros son de cuando tenía 15 años y ya no le gustan, otros están rotos o se han puesto feos. El caso es que hacen poco más que ocupar espacio. Tener muchos bolsos es una pesadilla, porque lo normal es no tener demasiado sitio donde guardarlos, y además, cambiarse de bolso cada día para combinarlo con el resto de la ropa es un rollo, y corres el riesgo de olvidarte la mitad de las cosas en bolsos que no te pones. Mejor un par de bolsos buenos de diario, de esos que no te quitas. Te solucionan problemas y quebraderos de cabeza.

 

  • Unos zapatos de salón negros, beige o nude. Con un poco de tacón, pero no mucho. Que vayan con todo y te solucionen la papeleta sin complicarte la vida cuando tengas que ir más arreglada, no sólo durante el otoño, sino para todo el año.


  • Por último, un pantalón largo de corte clásico, de algún color ponible. O mejor dos. Uno negro, que es fundamental. Siempre, siempre hay que tener un pantalón negro: es elegante, favorece la figura, es muy sufrido y queda bien tanto para diario como para ir más arreglada. Y uno en algún color fácil de combinar, tipo granate, verde oscuro o mostaza, y que abrigue lo suficiente para aguantar la transición al invierno.

        

Hasta ahí mi lista. Por supuesto, es muy básica, además de completamente personal. Es más bien un esqueleto, la columna vertebral en torno a la cual empezar a articular el resto: medias, calcetines, camisetas, pañuelos, bufandas, accesorios y demás. Como veis, he puesto muchísimo énfasis en el negro y el marrón, dos colores fundamentales, capaces de unificar y dar coherencia a cualquier prenda, por complicada que sea de vestir o combinar. Sé que no se ajusta al estilo de todo el mundo, pero creo que al menos puede servir como base u orientación para saber por dónde coger el tema de rehacer el armario de cara al otoño, y empezar a pensar de qué cosas habría que prescindir, cuáles no son más que caprichos innecesarios y cuáles convendría buscar y conservar.

Si os interesa saber de dónde he sacado alguna de las imágenes de post, he puesto los enlaces en la descripción de cada una de ellas (muchas son de Pinterest).

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