viernes, 22 de agosto de 2014

Pintar cajas de madera III: cualquier excusa es buena

El otro día estuve en Leroy Merlín comprando unas cosas y aproveché para hacerme con dos cajas de madera BASIC. Ambas son prácticamente iguales; tienen la misma profundidad, lo único que las diferencia es el tamaño de ancho y largo. Están muy bien porque son apilables, tienen unas pequeñas barras de madera en la parte inferior que además de servirles de patas, permiten montarlas unas sobre otras, formando una torre, lo que facilita su almacenaje en caso de que tengas más de una.


Como podéis ver por la foto, ambas son de madera maciza de pino, sin tratar, y tienen asideros alargados en ambos lados para facilitar su transporte.

Ya os he contado alguna vez lo mucho que me gustan las cajas de madera, especialmente las de madera sin tratar, que tienen tantísimas posibilidades. No es que necesite una excusa para llevarme a casa todas las cajas que encuentro, pero en esta ocasión sí que tenía una: es para un regalo.

Bueno, al menos la caja grande lo es. La otra me la llevé de propina.

Y ahora al lío, os cuento lo que he hecho con ellas. No es exactamente un tutorial, y las fotos son de aquella manera, porque a mí lo de hacer fotos mientras trabajo en algo me cuesta horrores, pero puede que a alguien le ayude o le sirva de inspiración.


En primer lugar, lijé un poquito. No toda la caja, que este verano he lijado mucho y estoy de la lija hasta las narices; sólo un poco aquí y allá, sobre todo para suavizar los bordes, los cantos —que son bastante afilados— y los asideros, que estaban muy rugosos.


Después, pinté. En cuanto a la pintura tengo que decir que he vuelto a usar la misma de otras veces, también comprada en Leroy Merlín. La pintura Bloom, que no es exactamente una pintura, sino un tinte que deja un acabado semi-translúcido, permitiendo entrever las vetas naturales de la madera. No sólo la uso porque me encanta cómo queda, sino porque tengo varios botes por casa a medio usar y no pienso desperdiciarla, que esa pintura es casi como sangre de unicornio, o tinta de impresora (15,40 euros, el bote de medio litro). 


Una de las cosas que más me gusta de esta pintura, aparte de que es ecológica, es que no mancha la ropa (fundamental para alguien tan torpe como yo), y sale fácilmente de los pinceles (y del suelo y de los muebles) usando sólo agua y jabón, sin necesidad de usar disolventes agresivos.

Di dos capas de pintura, dejando secar la primera durante toda una noche y lijando un poco entre medias, antes de aplicar la segunda.

Para la caja grande, usé el tono Océano, que es un azul grisáceo precioso del que es imposible cansarse.

Aquí la veis con una sola capa de pintura:


Aquí con dos, aunque todavía sin terminar de secar:


 Para la caja pequeña usé el Frambuesa, que es un rosa fucsia más cantoso. Pero como con dos capas quedaba demasiado apagado para mi gusto, le di una tercera para terminar de saturar el tono.

Tras la primera mano:


Otras dos capas más tarde:


Una vez secada la pintura, se puede dejar tal cual, que es lo que yo hice, o lijar un poco. Si usas la lija de forma suave sobre esta pintura, el resultado es precioso. La superficie queda como envejecida, desgastada, sobre todo por los bordes y las esquinas, como si hiciera muchos años desde que la madera hubiera sido pintada por última vez, y no sólo unas horas. Si lijas un poco más, el tono prácticamente desaparece, quedando sólo insinuado, una pátina sutil que tiñe apenas la madera.

Ambos acabados me gustan mucho, pero aun así prefiero dejarlo tal cual. Es una manía tonta mía, pero me da mucha rabia lijar sobre lo que acabo de pintar.

A continuación, hice algo que me gusta mucho, que es forrar la base de la caja, que es de contrachapado y no vale nada, con una tela bonita.


Para la caja pequeña escogí una tela de algodón que compré hace como un año en eBay. La compré porque me gustó mucho y estaba muy bien de precio, pero hasta ahora no había sabido para qué usarla. Aún me sobra bastante, porque la pieza es más grande de lo que pensaba.




Pensaba usar esa misma tela también para la caja azul, pero al probar cómo quedaría me pareció que no pegaba demasiado, así que en su lugar compré una tela estampada de algodón en Delipapel, una tienda online de útiles para manualidades que me gusta mucho, y de la que ya os hablaré más otro día.



Para pegar la tela usé cola blanca Ceys de toda la vida. El formato del envase es un rollo porque siempre se me queda el tapón lleno de cola seca y luego no hay forma de que salga nada, pero como cola es estupenda, y lo mejor es que cuando se seca queda totalmente transparente, así que no pasa nada si te sales, o si se mancha la parte superior de la tela.






Usé un palito de madera para apretar la tela en las esquinas, evitando que quedaran arrugas.


Si tenéis pensado hacer algo parecido, os recomiendo que midáis siempre muy bien la superficie a entelar antes de poneros a recortar la tela, porque un error con la tijera puede tener difícil solución. Yo, que soy una chapucera de mucho cuidado, corté a lo loco, a ojo y sin medir nada, y perdí un trozo de tela estupendo que se me quedó corto, y luego con el segundo, como no escarmiento, me pasé y tuve que andar recortando con un cúter todo lo que sobraba.


























Aquí podéis ver el resultado final de las dos cajas. 





Ahora ya sólo me falta llenarlas.

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